12.5.07

Todo valía mientras no se tornara enfermizo.



Yo iba a un liceo católico. La jornada de educación sexual se daba una vez al año, un sábado entero había que pasárselo encerrado en una habitación mientras una catequista petiza, canchera, con ropajes hippies y cruz en el cuello nos hablaba sobre como se tienen relaciones sexuales, como se masturba cada sexo. Todo valía mientras no se tornara enfermizo. Un aburrimiento.

El hecho surgió en la segunda jornada que se hizo. Los rugbiers, que cada vez eran más en el liceo, recibían a un cuadro de Argentina el mismo sábado de la jornada. Vieron la excusa para faltar a la jornada, cosa que fue visto con malos ojos por las autoridades del liceo, que se tomaban a pecho cada actitud de “rebeldía” que tuviera un alumno contra la institución.

Ganaron los rugbiers y no fueron a la jornada. La catequista petiza abordó el tema. Porque ustedes ven a los rugbiers, que es como un deporte de machos, pero es muy común verlos dándose palmadas en la cola después de una anotación, o que se la pellizquen. Se enfervorizaba la petiza. Me han llegado cuentos de que hay una bromita bastante popular que es en los vestuarios, se meten pepinos en la cola. La sonrisa de la petiza de nombre Fabiana se tornaba extraña. Sentía una alegría mientras decía todas las actitudes sospechosas que tenían los que no habían ido a la jornada. Su mensaje era algo así como “bueno, será un deporte de machos pero tienen conductas de maricones”.

Creo que nadie le dio importancia al tema, y la exaltación de la petiza acabo rápido y sin éxito, pasando a hablar del siguiente tema, el casamiento.

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Caminando por el pasillo del mismo liceo me agarró por los brazos el director: Zelmar, vi que no estas anotado en el retiro espiritual. Su aliento era horrible. Su mano derecha tomaba mi brazo izquierdo, lo mismo pasaba con su otra mano y mi otro brazo. Creo que vos sos un tipo que siempre va a más, y por más que no seas católico creo que te puede servir mucho espiritualmente. Traté de aclarar mis pensamientos, su aliento me estaba matando. Es como cuando hay viento y tengo el pelo sobre la cara, me incomoda y no puedo hablar porque pienso en sacarme el pelo de la cara antes que decir alguna palabra. Algo parecido me pasaba acá, nada más que lo que me incomodaba era algo desagradable. El aliento alfloraba mediante cada palabra que pronunciaba. Cuando no hablaba sonreía. Improvisé una respuesta rápida soltándome de sus manos. Me alejé. No me acuerdo mucho más.


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