25.9.07

La Pasiva.

 



Me senté en la barra y ya me estaba preguntando que iba Yo a comer, sabía que los que atendían en La Pasiva tenían mucha memoria y que podían agarrar muchos platos Mientras a la vez, me decía que omelette no tenía me estaba preguntando que otra cosa y quería saludando a un cliente de los de siempre. Le contsté tan rápdo como pude para no distraerlo en la tarea de pasar cinco panchos al pan desde un plato a una bandeja de Ac cartón. ción que efectuó en un único movimiento que además incluía la colocación del papel y su simultaneo doblez.
“Grillé y puré” le dijo a los cociners como advinndo lo que le iba a decir, pero no lo escché porque me prdí en el movimiento que realizó para destapar una Coca de las chicas con una sola mano.
Todo en La Pasiva era rápido y De ruidoso. los tres cocineros uno tiraba las carnes a la plancha, uno los panchos y húngaras y el tercero hacía los acompañamientos. El tercero era tan rápido que agarró arroz blanco (que había en un tapper) con la mano y antes de ponerlo en el plato ya lo había sacado del microondas y parecía recién cocinado. El de las húngaras era viejo y de movimientos lentos, pero más que lentitud era gracia. Queda el cocinero que tiró un churrasco que no servía a la basra cuando terminé de hacrme la idea que nunca iba a pedir arroz blanco en ese lugar.
Pero el más rápido era Juan. Que fue el que me atendió y el que mientras le rellenaba el plato de panchos a uno que parecía el dueño (que le rechazó el ketchup sin que esté pareciera ofrecérselo) me preguntaba por segunda vez si era puré lo que le había pedido. Cuando dije sí, apareció con el puré caliente que recién ahora me pregunto si no me lo sirvieron con la mano.
Comí el primer churrasco tan rápido como pude, pero la barra era incómoda. Y para el segundo me acerqué al plato rozando con mi pierna mi mochila, que al dejar de rozarla pasó a ser parte de la mano del tipo que cuando me doy vuelta estaba fuera del local.
Salí a correrlo sin darme cuenta que ya había pagado.

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